domingo, 25 de septiembre de 2011

'El discurso del rey' - Reflexiones sobre el inicio de un tratamiento

El discurso del rey.
Reflexiones sobre el inicio de un tratamiento.

El exitoso film El discurso del rey. The King's Speech en su versión original, es una película británica de drama histórico dirigida por Tom Hooper y escrita por David Seidler. Se trata de la historia del segundo hijo del Rey de Inglaterra que nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre el inicio del tratamiento del personaje en cuestión. Procedimiento que tiene características similares al inicio, más bien típico, de una cura por medio de la palabra que apunta a descubrir el sentido oculto de los síntomas.

Con dicho fin, se tomará lo sucedido durante las sucesivas consultas y dejaremos de lado toda la información que le es presentada al espectador durante otras escenas de la película. Pues esta última solo cobra valor para el tratamiento al ser producida en el ámbito de cada consulta.

Para comenzar se detalla a continuación el surgimiento del motivo de consulta. El rey Jorge V, que en 1925 gobernaba a más de un cuarto de la población mundial, le pide a su hijo, el duque de York, que dé el discurso de cierre de la Exposición Imperial. Durante dicho discurso, el duque sufre un importante obstáculo: la tartamudez; hecho que precipita una serie de consultas con distintos profesionales del habla. Al resultar fallidos por no resolver la dificultad que aqueja al duque, su mujer, Elizabeth Bowes-Lyon, recomendada por la Sociedad de Terapia del Habla; acude en secreto y sin el consentimiento de su marido a la consulta de Lionel Logue. Éste último, con su excéntrico estilo, la recibe indagando por el motivo de la ausencia del futuro paciente. Le indica que luego de tener los datos personales y la evaluación correspondiente, resolverá cuál será el destino de la consulta. Logue sostiene como condiciones del tratamiento confianza e igualdad total, sin excepciones.

Llega el duque a la primera consulta acompañado por su mujer. Esta transcurre con una importante distancia y reticencia en cuanto a toda cuestión personal. A pesar de la evaluación del terapeuta, la distinción de que su defecto no es permanente y los diferentes ejercicios para realizar un diagnóstico más preciso. el paciente en cuestión deja la consulta para no volver. Ni siquiera el último ejercicio, que consistió en grabar su voz leyendo un fragmento de Hamlet mientras escucha música clásica con unos auriculares, cobrará su valor de demostración de que aquello que le ocurre va más allá de una disfunción mecánica. Sin embargo, el terapeuta le regala la grabación de su lectura como un recuerdo, un “souvenir” después de que el personaje principal de esta historia se rehúse a oír el disco durante la consulta.

Luego acude a una nueva consulta con la condición de no abordar nada de lo personal, para tratar exclusivamente lo “mecánico” a pesar de que el terapeuta le sugiere que de proceder de esa forma solo se resolverá lo superficial. Finalmente acuerdan trabajar diariamente sobre lo mecánico únicamente y la necesidad de que Lionel lo asista en eventos pequeños. Comienza un período de importante trabajo con valiosísimas mejoras.

El duque concurre a una entrevista no programada debido a la muerte de su padre, el rey Jorge V. Pide a su terapeuta un trago y comienza a hablar de sus “asuntos personales”. Le informan, pues su padre no pudo hablar directamente al paciente, que las últimas palabras de su padre fueron: “Bertie tiene más cojones que todos sus hermanos juntos”. Luego intenta habla de su hermano, pero las palabras no surgen. “Pruebe cantando”, sugiere el terapeuta. Al principio Bertie se muestra reticente, Lionel le pregunta si no le parece raro que su hermano David esté en el trono, sin embargo para el paciente es un gran alivio saber que él no sería rey. “Si el no produce un heredero usted es el segundo en línea y su hija Isabel lo sucedería” insiste Lionel. El paciente cantando le dice al terapeuta que se está equivocando. ¡No tartamudeo!, subraya Lionel. Bertie continúa hablando sobre su hermano. “Éramos muy cercanos, compartíamos las atenciones expertas de Paulette en el palacio”. Todos me molestaban, mi hermano lo hacía también, mi padre lo alentaba. Decía: “dilo muchacho. Yo le tenía miedo a mi padre y mis hijos me temerán a mí”. Se revela que Bertie no es naturalmente diestro, y que lo castigaron por ello para corregir la desviación. Lo mismo ocurrió con sus rodillas torcidas. Se sentía mas cercano a sus niñeras, con excepción de la primera, quien amaba a David y durante cada revisión diaria a sus padres lo pinchaba para que llorara y lo hicieran volver con ella. Entonces, se interrumpe el relato y nuevamente el terapeuta le pide que cante. “Ella no me daba de comer por mucho tiempo” dice cantando. “Mis padres tardaron tres años en advertirlo. Me traía problemas estomacales. Aún los sufro”. Lionel le pregunta por su hermano Johnnie y la relación que ambos tenían. “Era un chico dulce, tenía epilepsia. Y era… diferente. Murió a los 13, oculto de la vista de todos. Dicen que no es… contagioso”. Luego le dice a su terapeuta que es la primera persona común con la que habla realmente.

Vuelve a la consulta, “tanto trabajo para nada. Mi propio hermano y no pude responderle una sola palabra”. Habían tenido una importante discusión. Surge una nueva distinción, al insultar no hay tartamudeo. Salen a caminar, mientras recorren un parque Lionel pregunta qué es lo que lo tiene tan molesto. “Mi hermano está encaprichado con una mujer que se casó dos veces. Se divorciaría y él piensa casarse con ella”. Lionel interroga por la posición en que quedaría Bertie. Éste responde: “haré todo lo que pueda para mantener a mi hermano en el trono”. “Tu lugar puede ser el trono, puede superar a David”. ¡No se extralimite, eso es casi traición! responde exaltado Bertie. ¡Podría ser rey! Insiste Lionel. Enojado, Berie da por terminadas las lecciones.

El heredero, David, príncipe de Gales abdica el trono y Bertie debe tomar su lugar.

Bertie y su mujer, acuden a una nueva consulta con Lionel. Después dse una serie de disculpas por lo sucedido Bertie dice “Yo entiendo lo que trataba de decir. ¿La nación está lista para dos minutos de silencio en la radio?, si fracaso David podría volver, he visto los carteles en la calle. Dios salve al rey. Ese no soy yo. Todos los monarcas en la historia han sucedido a un muerto o alguien a punto de morir. Mi antecesor no solo está vivo. Un desastre, no pude decir siquiera feliz navidad”. “Como hacía su padre” recuerda Lionel, “el ya no está aquí”. “Si, esta en el chelín que le dí” Bertie paga una vieja apuesta de la primer consulta con una moneda con la cara de su padre.

Lionel acompaña a Bertie a la preparación de los detalles de la ceremonia de coronación. Allí transcurre la siguiente conversación, de la que seleccionaré los más sobresalientes:

Bertie: -Usted nunca dijo que fuera doctor. No tiene educación, diploma, ni entrenamiento. Solo mucha audacia.

Lionel: -Trabajé durante la guerra con aquellos que no podían hablar por la conmoción. Me dijeron, Lionel puedes ayudar eres bueno en eso. Hice terapia muscular, ejercicios, pero tenía que ir más lejos. Esa gente había estado gritando de terror sin que nadie la oyera. Mi trabajo era devolverles la fe en su voz y mostrarles que un amigo los escuchaba. Eso le resultara conocido Bertie.

Bertie: -Insiste en que no tiene credenciales, ha averiguado y le han estado contando sobre usted, doctor. Lo encerraría por fraude. Ha cargado a esta Nación con un rey sin voz. Ha destruido mi felicidad familiar y todo por pescar a un paciente al que no podría ayudar jamás. ¡Seré como el rey Jorge III, el loco. El rey Jorge, el tartamudo. El que decepciona a su pueblo cuando lo necesita!

Lionel se sienta en la silla real.

Bertie: -¿Qué hace? ¡No puede sentarse ahí!

Lionel: ¿Por que? Es una silla.

Bertie: -No es una silla. Es la silla se San Eduardo.

Lionel: -Está toda sucia.

Bertie: -Todos los reyes y reinas…

Lionel: -Una roca la sostiene.

Bertie: -¡Es la piedra de la coronación. No trivialice todo!

Lionel: -No me importa cuantos culos reales la usaron.

Bertie: -¡Escúcheme!

Lionel: -¿Por qué?

Bertie: -¡Porque soy su rey!

Lionel: -No, no lo es. Me dijo que no quería serlo. ¿Para qué perder mi tiempo?

Bertie: -¡Porque tengo derecho a ser oído! ¡Tengo una voz!

Lionel: -Si, así es. (Pausa importante. Ambos han escuchado lo que han dicho) Es perseverante. Bertie, es el hombre más valiente que conozco. Será un buen rey.

Entra el Arzobispo.

Arzobispo: -Encontré un reemplazante experto inglés con credenciales impecables. Sus servicios ya no serán necesarios. Su majestad debe consultar y ser aconsejado. No consultó, pero acaba de ser aconsejado.

Bertie: Ahora yo le aconsejaré a usted. En este asunto personal, yo tomaré mis propias decisiones.

Arzobispo: -Me preocupo por la cabeza en la que debo poner la corona.

Bertie: -Le agradezco, Arzobispo, pero es mi cabeza.

Lionel: -Gracias, Bertie.

Se anuncia el comienzo de la segunda guerra mundial. El rey dará un discurso. Más allá de lo temores y dificultades esta vez se desarrolla el discurso hasta el final.


Reflexiones


La secuencia consignada anteriormente representa el inicio, más bien típico, de una cura por medio de la palabra que apunta a descubrir el sentido oculto de los síntomas. Procedimiento que permite colegir cuál es el conflicto que se expresa en el síntoma de forma desfigurada. Freud en “El malestar en la cultura” distingue tres fuentes del sufrimiento, el propio cuerpo que condenado a la decadencia y la aniquilación ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia; el mundo exterior, capaz de encarnizarse en nosotros con fuerzas destructoras e implacables; y por último las relaciones con otros seres humanos. Esta última es quizás la más dolorosa, tal como resulta evidente la dificultad para abordar esta cuestión en cada consulta.

Desde la primera consulta se presenta la reticencia a abordar todo aquello que pueda considerarse personal, y como bien subraya el terapeuta, trabajar sobre lo mecánico es quedarse solo en la superficie. No se trata de llegar a las profundidades sino de construir cuáles son los obstáculos que se presentan, cuál es el conflicto en juego. Es importante distinguir que todo el tratamiento transcurre entre un disyuntiva ser o no rey, asumir o no un lugar. La cuestión central es producir un acto, tomar una decisión. A pesar de que Bertie esperaba que su hermano el heredero tomara el trono que le correspondía, su padre el rey lo señala a él como el único con cojones. Todas las circunstancias precipitan esta asunción, la muerte del padre y la abdicación del hermano heredero del trono. Sin embargo, toda decisión implica una pérdida, un duelo. En este caso se trata de un duelo por la locura, el abuelo paterno Jorge III, el loco y el hermano Johnnie que murió a los 13, oculto de la vista de todos, aparecen en momentos privilegiados como dos de sus grandes temores. ¿Creería Bertie que la locura es una enfermedad contagiosa? Esta hipótesis permite situar una primera explicación de la reticencia a hablar de lo personal, pues concierne directamente a abordar la locura. Otra cuestión fundamental es esa primera demostración de que se trata de algo no mecánico con la grabación del discurso de Bertie mientras escucha otra cosa, no escucha lo que dice pues tiene música en los auriculares. Después de ubicar que el trabajo es devolverle la fe en su voz y mostrarle que un amigo los escuchaba se produce una valiosa discusión que concluye con una “coronación”, con una “asunción”. Bertie exige ser escuchado porque él es el rey. Lionel dice: -No, no lo es. Me dijo que no quería serlo. ¿Para qué perder mi tiempo? Bertie: -¡Porque tengo derecho a ser oído! ¡Tengo una voz! Asume su propia voz en una forma capital: “En este asunto personal, yo tomaré mis propias decisiones”. A pesar de todo, se asume como alguien capaz de tomar decisiones, alguien capaz de elegir. A esta instancia, la de la propia elección, no puede arribarse solo por una mera prescripción al estilo de Ahora usted debe elegir, sino a través del recorrido por aquello que retenía, y que toma la forma de un duelo, de un trabajo de construcción del lugar que ocupa cada quién un relato, del personaje que le toca. En este caso la historia de la locura y la imposibilidad de tener una voz que sea propia, ubicaban a Bertie en el lugar del loco oculto. Solo con el transcurso de las sucesivas consultas se demostrará que se trataba solo de un relato entre otros posible.

Para concluir, todo inicio de un tratamiento versa sobre el alivio de un sufrimiento, sin embargo, el alivio surge por la vía del relato de lo personal y de la posibilidad de elegir qué lugar ocupar en ese relato. El lugar del que sufre pasivamente un destino o el lugar que se construye con los propios actos, con la propia voz.

Leonardo Itzik