¿Qué produce un tratamiento psicoanálitico?
Cuando un sujeto se plantea comenzar con un tratamiento
psicológico, lo hace por estar
atravesando un momento particular donde hay algo de sí mismo que le dificulta
seguir adelante con la cotidianeidad de su vida, y que se manifiesta de
diferentes maneras: sensaciones de angustia, síntomas en el cuerpo, períodos de
duelos, etc.
La variedad de terapias que se ofertan hacen que quien
desea comenzar un tratamiento se cuestione qué variante elegir. Las llamadas “terapias
breves” han tomado un valor importante en los últimos tiempos, por estar todas
ellas adaptadas a un sistema que exige “solucionar” los conflictos en cuestión
con inmediatez, con premura. De ahí los prejuicios que a veces llevan a no
elegir un tratamiento de orientación psicoanalítica: la duración del mismo, la
idea de tener que “recordar” situaciones de la infancia, etc, etc. Cabe
entonces investigar el por qué de esta diferencia: ¿cómo puede un tratamiento
“curar” tan rápido y otro tardar “tanto tiempo”?, acaso esto nos conduzca a
cuestionarnos qué produce un tratamiento psicoanalítico y qué otras terapias.
¿De qué se trata un psicoanálisis?
Cuando un sujeto se ve convocado a acudir a un profesional
para hablar de lo que le pasa, se dirige en principio en busca de una “solución”.
En las terapias breves por ejemplo, el objetivo sería
orientarse en “solucionar ese problema” a corto plazo, con la idea de una
remisión rápida del malestar que lo lleva al sujeto a consultar. Es esto lo que
hace posible que quien consulta encuentre un “atajo” para salir de ello
rápidamente, un atajo que resulta necesario cuestionar.
El psicoanálisis se ocupa de algo muy distinto, encontrando
que esa escapatoria no lo conduce a un sujeto a la salida del laberinto sino más
bien a seguir dando vueltas en el mismo. Lo que para las primeras es la
“solución”, para el psicoanálisis se trata de un reforzamiento de lo que
tendría más bien que estar puesto en cuestión. ¿Por qué?
Cuando se padece de un síntoma, de un malestar, allí se
hallan arraigadas varias cuestiones que se han ido enlazando una a una hasta
constituir dicho malestar. Decimos con Freud que un síntoma es una
manifestación del inconciente, en él se hallan contenidas varias causas y no
tan sólo una. Por ello, para el psicoanálisis, el tapar la angustia, el crear
conductas evitativas, el fortalecer las acciones del yo, son mas bien una forma
de “resistirse” a buscar el origen, el conjunto de causas que llevaron al
sujeto a su situación actual. Se trata entonces de poder distinguir claramente
que los objetivos de ambos tipos de tratamiento son ciertamente muy distintos. Podemos
decir que se ocupan de dos entidades diferentes.
Consideramos así que los paliativos para “estar mejor”
operan más bien alienando, sosteniendo un punto de incuestionabilidad de sí
mismo, que evita las preguntas de cómo se armó ese laberinto. De esta forma entonces
vamos comprendiendo que “las soluciones rápidas” pueden resultar engañosas, dado
que esos síntomas que en apariencia desaparecen retornarán luego de ése u otro
modo.
El psicoanálisis trabaja con una ética, no con una moral.
Una ética que es la del deseo, es por ello que el tiempo, el recorrido de un análisis, es
subjetivo y único para cada uno. No hay manera de juzgar si ese tiempo es mucho
o poco, en tanto el sujeto que está atravesando por él va procurando las
vueltas que le sean necesarias para develar la autenticidad de su posición. Indagar
en esos recovecos del inconciente hace posible que un sujeto conozca de sus
marcas, de sus fantasías, de su modalidad, y al fín y al cabo pueda ser un
sujeto que elige, con un poco más de libertad, un modo diferente de estar.
Así podemos pensar entonces que no es lo mismo hallar
formas para sostenerse sin cuestionamientos en un aparente bienestar, que
reformularse un nuevo andar siguiendo la brújula del propio deseo.
Lic. Valeria A. Mercuri
1 comentario:
Muy interesante y claro, Valeria! Gracias
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