Está
sobreentendido que el niño y el psicoanalista, juegan.
Y
es cierto, porque el psicoanálisis con niños se funda en la
operación de verdad freudiana de leer el inconsciente en el juego,
al igual que se lee el inconsciente en el sueño.
Pero
si sobreentendemos, es que algo quedó entendido de más y debemos
hacer la pregunta de nuevo:
¿A
qué juegan y por qué juegan el psicoanalista y el niño?
En
el texto “un recuerdo de infancia en Poesía y Verdad” Freud
analiza el recuerdo infantil narrado por Goethe, del hallazgo del
pequeño escritor en la oportunidad de haberse entregado a tirar toda
la vajilla de loza por la ventana de la cocina a pedido de unos
chistosos vecinos. Durante la siesta, éste habría tirado unos
platos, y frente al festejo seguido de “Otro!!!”…de los
vecinos, el niñito se habría despachado hasta el final.
Freud
encuentra elementos en común entre este relato y el recuerdo de un
juego infantil casi idéntico de un paciente neurótico adulto, que
lo llevan a buscar algunos datos biográficos de Goethe, encontrando
a su criterio motivos comunes tras esta acción lúdica: ambos eran
víctimas de la llegada reciente de un hermanito, por lo que Freud
lee allí la oportunidad del juego, de satisfacer el deseo prohibido
de deshacerse del recién nacido.
Veamos
cómo lo dice Melanie Klein: “El
material que los niños producen durante la sesión, a medida que
pasan de juego con juguetes a dramatizar en su propia persona y a
jugar con agua, cortar papel, o dibujar, el modo en que hacen esto,
la razón por la que cambian de un juego a otro, los medios que
eligen para sus representaciones, toda esta miscelánea de factores,
que tan a menudo parece confusa y sin sentido, es vista como
coherente y plena de significado, y se nos revelan las fuentes y
pensamientos subyacentes, si los interpretamos exactamente como los
sueños”.1
Por
lo tanto no hay inconveniente en considerar que el juego, al igual
que el sueño en el adulto, es expresión de un inconsciente
interpretador
capaz de auxiliar al sujeto infantil en sus encuentros con lo
traumático de lo Real.
Pero
dentro de un análisis, el
juego como los sueños, llegan para dar respuesta a la pregunta por
el padecimiento, por el síntoma, pregunta que se apoya en la
presencia del analista quien los hace funcionar como una herramienta
eficaz para la cura. El momento de surgimiento tanto del juego como
del sueño dentro de un análisis, constituyen el acontecimiento de
un sujeto que puede tomar la palabra de otro modo, escapando
legalmente
a los condicionamientos habituales de las amarras del Yo.
A
eso juegan el niño y el analista: juegan a fundar el espacio de la
pregunta por el síntoma, que es el ser del sujeto, para encontrar a
partir de allí otras respuestas posibles.
Por
otro lado el analista tiene el desafío de suponer en la demanda de
los padres, de qué niño le hablan cuando traen a su hijo como
síntoma.
Uno
de los trabajos más decisivos para la cura que se decida emprender
con un niño, es localizar en el decir de los padres y junto a ellos,
de qué sufre el niño que nos traen más allá de las demandas
escolares, familiares, legales.
Localizar
eso es abrir otro juego, que es el de la suposición del sujeto-niño
que pugna por aparecer tras esos síntomas. Es ir de la queja o el
malestar, a la implicación en una pregunta por el niño en tanto
sujeto. Es así que en el encuentro con él, el juego del analista es
abrir una partida bajo la forma de la apuesta:
S,
de 6 años padece de terrores nocturnos y miedos durante el día
dentro de la casa. No es eso sin embargo lo que le preocupaba a la
mamá, quien se mostraba enojada con S por sus caprichos y ‘demandas
imparables’. Viene de dos intentos de tratamientos ‘fracasados’
dicen los papás en las entrevistas previas.
Cuando
accedo a verla, no quiere entrar al consultorio bajo ningún aspecto,
por lo que las hago pasar junto a su mamá.
Les
pregunto qué las trae por aquí, y es la mamá la que responde:
vienen porque “S a veces se porta mal”.
-Pregunto
si no era por el tema de los miedos?.. Digo, que soy una especialista
en miedos y que sé sobre monstruos. Que conozco a varios monstruos
de los que me hablan otros chicos.
S.
levanta entonces la vista y desde atrás de su madre me habla de
Chucky. Le pregunto si hay otros…Habla de un monstruo que anda por
la casa. Ella lo ve en un pasillo. Accede a venir hasta mi escritorio
a dibujar uno. Dice mientras dibuja: “no da miedo”. Su mamá,
-muy atenta a su celular, comenta chistosa: “ah! ese monstruo no da
miedo”. Digo: sí acá es chistoso y no da miedo, pero si te lo
encontrás en el pasillo o en la imaginación?
S.
pide dibujar más monstruos y no quiere irse del consultorio.
El
psicoanalista es siempre aquel que puede dar al síntoma un valor de
mensaje. En la clínica con niños, éstos también quieren jugar al
análisis, cuando alguien puede comprometerse a escuchar de otro modo
su sufrimiento, ya no porque sólo conlleva el enojo, vergüenza o
sufrimiento, en él y sus padres, sino porque escuchar de otro modo
es en sí misma la posibilidad de un juego: puede dar lugar a
transformarse en otra cosa, como cuando nace el “dale que..”
Laura
Salinas
Psicoanalista – Miembro
del Foro Analítico del Rio de la Plata y de la Escuela de
Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano. Coordinadora de la
Red de Analistas del FARP
1
Klein, principios psicológicos del análisis
infantil”, 1926. Amor, culpa y reparación.
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