Sabemos que el amor es un tema que, en cada época, en diferentes momentos e incluso a través de diferentes discursos, nos hace hablar y escribir…en la literatura, nos encontramos con numerosas historias de amor, en donde éste aparece a través de sus pasiones, sus tragedias y también en sus encuentros y sus propios desencuentros. Así, hallamos historias que van desde la tragedia de “Romeo y Julieta” de Shakespeare, a historias como la de Castel y Maria en “El túnel”, en donde Sábato ahonda en las contradicciones e imposibilidades del amor o Kundera con “El libro de los amores ridículos”, en donde los distintos personajes se entregan a diversos y contradictorios “juegos” de la amistad, el amor y el sexo, sin olvidarnos de La Maga y Horacio en “Rayuela”, en donde Cortázar, entre otras cosas, escribe “andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”, una muestra clara, de los encuentros y desencuentros de estos dos personajes….
De esto también podemos dar cuenta en la clínica, cuando recibimos a menudo consultas que están relacionadas a los “problemas del amor”, no referidos necesariamente a una pareja amorosa.
En consecuencia, los padecimientos en torno al amor muchas veces se encuentran complejizados por la problemática misma del lazo con el otro, signo singular de nuestra época, pero también por aquello que surge como síntoma del desencuentro estructural entre dos partenaires, y que implica que efectivamente no podamos hacer con el otro, uno.
Habitualmente podemos escuchar, en los dichos del sujeto que consulta, quejas en donde el otro, otro como partenaire amoroso, no responde a ciertas “expectativas”, allí donde además de ponerse en evidencia la distancia entre lo “esperado y recibido”, se revela esa infinita búsqueda- bajo la lógica de la imposibilidad- de un partenaire a medida. Ahora, ¿de qué medida se trata?
Ciertas lecturas en el psicoanálisis, a mi gusto, han exagerado o llevado la teoría a ciertos extremos que mal interpretan la trasmisión lacaniana. ¿No hemos escuchado en más de una oportunidad, casi a contra pelo de lo que la mayoría de los pacientes nos vienen a decir, que un objeto amoroso puede ser contingente y tomar valor como cualquier otro? Sin embargo, ¿por qué será que para un sujeto, su partenaire, no vale como cualquiera? Y lejos de eso ¿por qué incluso algunos insisten en que es ese y sólo ese?
Vale la pena aclarar, en este punto, que para pensar las elecciones amorosas, es necesario tener en cuenta, tal como Lacan lo platea, diferentes variables. Por un lado, las elecciones realizadas desde una orientación fantasmática, aquellas primeramente señaladas por Freud, y que recaen en la repetición, de aquellas orientadas por las determinaciones del inconsciente, que implican que para un hombre, una mujer no valga como cualquiera- y viceversa-.
Ahora, expliquemos un poco esto. En la teoría psicoanalítica, especialmente de la mano de Lacan, fue necesario introducir ciertas nociones que distinguieran el lugar del sujeto, como partenaire amoroso en este caso, del objeto, aquel al que se dirige la búsqueda del deseo, siempre fallida. En ese sentido, “ningún objeto vale más que otro”, ya que, este objeto -causa del deseo- y que podría ser un objeto cualquiera, será además investido imaginariamente, y por lo tanto, se lo ama por su “semblante”, por los atributos imaginarios del amor y que en realidad son aquellos que engañan en lo que concierne al amor.
Sin embargo, al momento de analizar las elecciones amorosas, vale la pena pensar, como ya dije antes, en otras variables que se ponen en juego, tales como los ideales, los discursos, las épocas y por supuesto, éstas que aparecen en la clínica a menudo: la repetición y las fijaciones en las elecciones amorosas, que nos indicarían entonces, que no resulta lo mismo éste de aquel.
En la actualidad, los lazos con el otro y por ende, los amorosos, sufren de ciertas precariedades, especialmente si tenemos en cuenta que el discurso capitalista es ¡un discurso que justamente no hace pareja! Y si podemos pensar en alguna pareja, la hace con objetos de rápido intercambio, bajo el lema “el próximo será mejor”.
Pero sabemos que el inconsciente es atemporal, no responde a las leyes del calendario, y es por esa razón, que, más allá de las singularidades propias de una época, las elecciones amorosas no sólo estarán orientadas por el Ideal de la época o la fantasmática del sujeto, sino por las consonancias del inconsciente, aquello que deviene signo del afecto inconsciente, que determinarán al partenaire. En definitiva, ambas, las que apuntan a la repetición y aquellas más orientadas por las consonancias inconscientes, no dejan de estar “reguladas” por él (el inconsciente).
Poder estar un poco más advertidos de esto, es lo que Lacan ha finalmente llamado la posibilidad de un “amor más digno”, aquel que además de satisfacerse en el parloteo del amor, o en la búsqueda incesante- y repetitiva- de lo idéntico, se satisfaga de la contingencia del encuentro, siempre azaroso, con el otro.
Sabemos que no existen las “garantías” que aseguren la felicidad. Tampoco las tenemos del lado del amor, por eso el psicoanálisis puede pensarse como un espacio que propicia la posibilidad de aprehender las condiciones de deseo y goce que determinan el discurso inconsciente para cada quien. Dando la posibilidad a la contingencia del encuentro, con otro partenaire amoroso.
Natalia Domínguez
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