martes, 7 de abril de 2009

"Pensar Matrix" (Bullet time) Primera Parte

“Wellcome to the desert of the real” (Bienvenido al desierto de lo real)

Seguramente conocen "Matrix", saben que se trata de una trilogía y conocen la fascinación estética que ha causado. Se agregan a la saga editada para el cine, videojuegos, comics y una serie de cortos, conocidos como Animatrix, fundamentales para comprender algunos puntos oscuros de la trama. Muchos programas de televisión, películas, etc. han incorporado el llamado “Bullet time”: una extremada ralentización del tiempo para permitir ver movimientos o sucesos muy veloces (como el recorrido de una bala), imperceptibles a simple vista. Es usado para crear efectos dramáticos y se logra a partir de una serie de cámaras de fotografía fija colocadas cada una apuntando a un personaje u objeto desde posiciones diferentes, y con escaso espacio entre ellas, se realizan múltiples tomas fotográficas, y posteriormente, la imagen se monta como una sucesión de fotogramas en la cual se intercalan las imágenes sacadas por las distintas cámaras. De esta manera, se puede reconstruir la escena para luego ser reproducida con mayor lentitud.
Sin embargo pensar Matrix no es quedar capturado por la fascinante suspensión del tiempo, sino interrogar sus argumentos y retomar sus preguntas.
La primera pregunta que surge y que conduce a Neo es: ¿qué es la matrix? Numerosos comentarios se han hecho sobre esta primera película titulada "Matrix" realizada en 1999, sin embargo, sobre su continuación "Matrix Reloaded" y "Matrix Revolutions" poco se ha pensado. Apresuradamente se responde que la Martrix es la realidad virtual.

Tomemos lo que responde Morpheus a esta pregunta: ...“Más importante que “qué”, es “cuando”, crees que estamos en el año 1999, pero estamos en el año 2199”. Dentro de un programa de computadora que simula la Matrix la “imagen” corporal es la proyección digital del yo mental. Entonces, ¿qué es lo “real”?, ¿cómo definir lo “real”?. Morpheo interroga a Neo: ...“Si hablas de lo que puedes, sentir, oler probar y ver, lo “real” son impulsos eléctricos que tu cerebro interpreta. El mundo que conocías, ahora solo existe como parte de una simulación neuro- interactiva llamada la Matrix.”
La realidad virtual es un sistema de generación de estímulos sobre los órganos de los sentidos. Se trata de una realidad ilusoria, una realidad perceptiva sin soporte objetivo. No estamos “dentro” del programa de computadora, la fuente del estimulo incide sobre los órganos de los sentidos. Si reuniéramos los dispositivos realidad virtual, un casco generador de imágenes, un dispositivo que genere estímulos olfativos, táctiles, gustativos, etc; podríamos decir que la realidad virtual es posible, sin embargo, generar un dispositivo de simulación neuro-interactiva no parece aun viable. Me detendré para desarrollar este punto en la segunda parte.
Para avanzar sobre la explicación tomo los hechos del relato en orden cronológico.
En algún punto del siglo XXI la humanidad da vida IA (Inteligencia articifial). Esta conciencia generó toda una raza de máquinas, una de ellas desempeñaba tareas domésticas y asesina a su dueño, se realiza el juicio correspondiente y es hallada culpable generando una ola de violencia y xenofobia hacia las máquinas. Estas se recluyen a un espacio creado por ellas mismas: su conveniente país. Desde allí por la vía diplomática en las Naciones Unidas intentan reestablecer la paz. El rechazo de los humanos hacia las máquinas finalmente desata la guerra. La medida tomada por los hombres es destruir el cielo para atacar la fuente de energía de las máquinas. La tierra se hace inhabitable. Irónicamente, los humanos son capturados y cultivados en campos con el fin de ser utilizados como fuente de energía que reemplace al sol.
La Matrix es control, es un mundo soñado generado por computadora, construido para tener a los hombres bajo control, con el fin de convertirlos en una fuente de energía.
La respuesta a la pregunta de Neo “¿Por qué me duelen los ojos?” es impactante: “Porque nunca los había usado”. La Matrix no es la realidad virtual que conocemos, funciona pasando por alto los sentidos, pasa directamente a la codificación del impulso nervioso para utilizarlo con el fin de generar un mundo de señales eléctricas.
Estamos frente a una nueva ontología, frente a una nueva respuesta para la antigua pregunta metafísica ¿qué existe? o mejor dicho: ¿qué piensa? Descartes introduce con su Cogito el rasgo distintivo del ser humano: el pensar. Sin embargo no solo él piensa sino también, las máquinas luego de la inteligencia artificial y más aún los programas de computadora (la pitonisa, el agente Smith, el merovingio). El pasaje de una automatic machina a una choice machine abre una serie de interrogantes.
A lo largo de la trilogía se ira desplegando las posibilidades de elección que se mantienen en tensión entre las posibilidades de elección y la pura determinación.
Se adelantara que Neo es el séptimo de Neo que ha habido en las historia de Matrix.

Como han leído, solo he tomado algunos puntos del argumento de la película, he intentado realizar un comentario que permita pensar Matrix, comenzar a recorrer, en tiempo detenido (Bullet time), aquello que esta detrás de la fascinación estética. Por tal motivo, no se trata de una explicación, ni de una articulación entre psicoanálisis y cine. Más bien considero que alguna articulación será posible luego de haber realizado cierto recorrido sobre distintos puntos que iré abordando. Entre ellos: La Matrix no es la realidad virtual, Neoontología, Los siete elegidos, etc.

Marzo 2009

Lic. Leonardo Itzik.

jueves, 5 de marzo de 2009

¿Psicólogo, psiquiatra o psicoanalista? Algunas claves para decidir a quién contarle la vida.

Sabemos que la lengua popular suele ser caprichosa y que con frecuencia distintas palabras tienden a utilizarse como si remitieran a la misma cosa.
En el caso que hoy nos ocupa, el problema es doble: no sólo se trata de términos que tienen diferencias muy específicas, sino que forman parte del imaginario de la locura, algo a lo que el común de la gente le teme, aunque no conozca bien sus diferentes matices. Entonces, casi se ha convertido en un insulto el famoso “¡vos necesitás un psicólogo, no, mejor un psiquiatra!”. Supuestamente, si alguien está loco necesita un psicólogo (esto se verifica cuando al preguntarle a alguien si acaso alguna vez consultó con un licenciado en psicología, obtenemos por respuesta un “yo no estoy loco, ¿para qué necesito un psicólogo?”). Pero, si acaso está muy loco, lo que pasa a necesitar es un psiquiatra.
Entonces, para la lengua popular se establece una primera diferencia entre el psicólogo y el psiquiatra, a partir de la gravedad del caso en cuestión: si hay un trastorno de índole mental leve, hay que ir a ver al psicólogo; pero si la cosa es grave, entonces conviene un psiquiatra. ¿Y el psicoanalista? Asumiendo el riesgo de ser un algo esquemáticos, pongamos un poco de orden en este asunto.

Quizás la primera idea, la más clara y ordenadora, es que el psiquiatra es una especialidad de la medicina, y que por eso al consultar con un psiquiatra, en última instancia, uno está recurriendo al modelo médico. Es por eso que el psiquiatra puede medicar, puesto que desde su perspectiva de abordaje de la problemática de un paciente, el desarreglo tiene causa orgánica y, por lo tanto, la incidencia de alguna droga sobre el sistema nervioso central puede corregirlo. El enorme desarrollo que la psicofarmacología ha alcanzado en nuestros días se debe justamente a cierto giro en la concepción de la persona humana capitaneado por la biología y las neurociencias. El psiquiatra también puede internar a una persona que se encuentra en un estado de peligro para sí o para terceros y, como muchos ya saben, también puede otorgar extensas licencias laborales a pacientes que se encuentren en estados emocionales inconvenientes para trabajar. Pero, por lo general, al psiquiatra se le cuentan los síntomas puntuales que se manifiestan en el cuerpo y, cuando uno comienza a hablarle de sus problemas, puede sugerir que de eso conviene hablar con el psicólogo.
El psicólogo, obviamente, no es un médico. Se trata de una carrera universitaria que, como casi todas y en función de los años de estudio, arroja títulos como Licenciado en Psicología, Magister en Psicología o Doctor en Psicología. Puesto que el psicólogo no es un médico, no puede recetar medicación ni puede internar a un paciente (la ley dice claramente que si considerara que la internación es adecuada en algún caso, debe “promoverla” a través de un psiquiatra). Existen muchas y muy variadas escuelas psicológicas (psicología gestáltica, transaccional, psicoterapias, terapias cognitivo-comportamentales, psicología sistémica, forense, educacional, laboral), así como diversos modos de abordaje y tratamiento (individual, grupal, de red, de pareja o de familia, de adultos y de niños).
A lo largo de la carrera universitaria de psicología, los futuros profesionales se forman en gran parte de ellas. Pero al finalizarla y comenzar el ejercicio de la profesión, por lo general, eligen alguna en particular para continuar sus estudios y aplicarla en su trabajo cotidiano. La psicología trabaja con parámetros generales y descripciones ajustadas a los tipos psicológicos más frecuentes; en sus modos de intervención clínica apuntan a la contención afectiva y a la concientización de la posición del paciente. El psicólogo puede actuar a través de la sugestión y dar indicaciones precisas acerca de cómo debe comportarse el paciente. Las típicas escenas “de psicólogos” de las películas hollywoodenses muestran este tipo de tratamiento, el que en ciertas ocasiones suele ser efectivo. En algunos de los modos de abordaje, al iniciar los tratamientos se acuerda el tiempo de trabajo y los objetivos que, generalmente, son a corto plazo. Finalmente, conviene agregar aquí que estos son los tratamientos que suelen cubrir las obras sociales y/o las prepagas, fundamentalmente porque pueden auditarlas y limitarle los plazos de trabajo.
Quizás el psicoanalista sea el más difícil de explicar, puesto que en sí mismo y desde el momento de su surgimiento como figura terapéutica en la historia, ha mantenido un lugar límite en el campo de la salud mental. En el párrafo anterior, donde hacía una especie de lista de las escuelas que se estudian en la carrera de psicología, omití a propósito incluir al psicoanálisis. Pero la realidad es que también se lo estudia en la universidad. El problema es que el psicoanálisis es algo así como una escuela que se opone en sus concepciones a la psicología, que la combate en sus puntos más centrales. Pero la realidad es que el título de psicoanalista no existe. Muchos de los psicoanalistas que reciben pacientes en carácter de tales son psicólogos que han elegido a la teoría psicoanalítica para desarrollar su labor.
El psicoanálisis es una teoría que no disuelve al sujeto en una tipología y que considera el sufrimiento personal como enraizado en la historia de cada uno. Una de las ideas más revolucionarias de su creador, Sigmund Freud, es que el sujeto humano es movido en los intereses de su vida por una energía de tipo sexual. Esta idea que a principios del siglo pasado provocó escándalos masivos, hoy ya no suena tan osada y contribuye en mucho al abordaje clínico de los pacientes. Para darle todo el valor a la palabra, Freud inventó el dispositivo del diván, en un intento por no quedar capturado por la imagen de los pacientes, tanto como para que estos pudieran asociar libremente sin la presión de un especialista delante (es por eso que la verdadera disposición de la sesión psicoanalítica exige que el psicoanalista esté sentado detrás del paciente y no tenga contacto visual con él). Debido al recorrido que cada paciente debe realizar por su historia personal y su niñez, el psicoanálisis es un tratamiento extenso.
No obstante, en contrapartida, su trabajo va más allá de la resolución de los síntomas a nivel de la conducta y apunta a lo más profundo del ser del sujeto, intentando una transformación radical y poniendo al paciente en concordancia con su deseo.
Por supuesto que de cada profesión hay mucho más por decir. Es cierto también que el psiquiatra puede convocar a un psicólogo –como ya dijimos– o que un psicólogo o un psicoanalista, al notar que su paciente comienza a manifestar síntomas que lo ponen en riesgo puede indicar una consulta psiquiátrica. Se arman así zonas de intersección, en las que resulta frecuente que un paciente en tratamiento psicoanalítico o psicológico esté medicado.
En síntesis... ¿a quién recurrir para contarle la vida? Usted elige, pero al menos ahora ya dispone de algún elemento más para una decisión que podría cambiarle la vida.