miércoles, 29 de mayo de 2013

¿Por qué juegan el psicoanalista y el niño en un análisis?


           Está sobreentendido que el niño y el psicoanalista, juegan.
Y es cierto, porque el psicoanálisis con niños se funda en la operación de verdad freudiana de leer el inconsciente en el juego, al igual que se lee el inconsciente en el sueño.
Pero si sobreentendemos, es que algo quedó entendido de más y debemos hacer la pregunta de nuevo:
¿A qué juegan y por qué juegan el psicoanalista y el niño?
En el texto “un recuerdo de infancia en Poesía y Verdad” Freud analiza el recuerdo infantil narrado por Goethe, del hallazgo del pequeño escritor en la oportunidad de haberse entregado a tirar toda la vajilla de loza por la ventana de la cocina a pedido de unos chistosos vecinos. Durante la siesta, éste habría tirado unos platos, y frente al festejo seguido de “Otro!!!”…de los vecinos, el niñito se habría despachado hasta el final.
Freud encuentra elementos en común entre este relato y el recuerdo de un juego infantil casi idéntico de un paciente neurótico adulto, que lo llevan a buscar algunos datos biográficos de Goethe, encontrando a su criterio motivos comunes tras esta acción lúdica: ambos eran víctimas de la llegada reciente de un hermanito, por lo que Freud lee allí la oportunidad del juego, de satisfacer el deseo prohibido de deshacerse del recién nacido.

      Veamos cómo lo dice Melanie Klein: “El material que los niños producen durante la sesión, a medida que pasan de juego con juguetes a dramatizar en su propia persona y a jugar con agua, cortar papel, o dibujar, el modo en que hacen esto, la razón por la que cambian de un juego a otro, los medios que eligen para sus representaciones, toda esta miscelánea de factores, que tan a menudo parece confusa y sin sentido, es vista como coherente y plena de significado, y se nos revelan las fuentes y pensamientos subyacentes, si los interpretamos exactamente como los sueños”.1
Por lo tanto no hay inconveniente en considerar que el juego, al igual que el sueño en el adulto, es expresión de un inconsciente interpretador capaz de auxiliar al sujeto infantil en sus encuentros con lo traumático de lo Real.
Pero dentro de un análisis, el juego como los sueños, llegan para dar respuesta a la pregunta por el padecimiento, por el síntoma, pregunta que se apoya en la presencia del analista quien los hace funcionar como una herramienta eficaz para la cura. El momento de surgimiento tanto del juego como del sueño dentro de un análisis, constituyen el acontecimiento de un sujeto que puede tomar la palabra de otro modo, escapando legalmente a los condicionamientos habituales de las amarras del Yo.

        A eso juegan el niño y el analista: juegan a fundar el espacio de la pregunta por el síntoma, que es el ser del sujeto, para encontrar a partir de allí otras respuestas posibles.
Por otro lado el analista tiene el desafío de suponer en la demanda de los padres, de qué niño le hablan cuando traen a su hijo como síntoma.
Uno de los trabajos más decisivos para la cura que se decida emprender con un niño, es localizar en el decir de los padres y junto a ellos, de qué sufre el niño que nos traen más allá de las demandas escolares, familiares, legales.
        Localizar eso es abrir otro juego, que es el de la suposición del sujeto-niño que pugna por aparecer tras esos síntomas. Es ir de la queja o el malestar, a la implicación en una pregunta por el niño en tanto sujeto. Es así que en el encuentro con él, el juego del analista es abrir una partida bajo la forma de la apuesta:
        S, de 6 años padece de terrores nocturnos y miedos durante el día dentro de la casa. No es eso sin embargo lo que le preocupaba a la mamá, quien se mostraba enojada con S por sus caprichos y ‘demandas imparables’. Viene de dos intentos de tratamientos ‘fracasados’ dicen los papás en las entrevistas previas.
        Cuando accedo a verla, no quiere entrar al consultorio bajo ningún aspecto, por lo que las hago pasar junto a su mamá.
Les pregunto qué las trae por aquí, y es la mamá la que responde: vienen porque “S a veces se porta mal”.
-Pregunto si no era por el tema de los miedos?.. Digo, que soy una especialista en miedos y que sé sobre monstruos. Que conozco a varios monstruos de los que me hablan otros chicos.
        S. levanta entonces la vista y desde atrás de su madre me habla de Chucky. Le pregunto si hay otros…Habla de un monstruo que anda por la casa. Ella lo ve en un pasillo. Accede a venir hasta mi escritorio a dibujar uno. Dice mientras dibuja: “no da miedo”. Su mamá, -muy atenta a su celular, comenta chistosa: “ah! ese monstruo no da miedo”. Digo: sí acá es chistoso y no da miedo, pero si te lo encontrás en el pasillo o en la imaginación?
         S. pide dibujar más monstruos y no quiere irse del consultorio.

      El psicoanalista es siempre aquel que puede dar al síntoma un valor de mensaje. En la clínica con niños, éstos también quieren jugar al análisis, cuando alguien puede comprometerse a escuchar de otro modo su sufrimiento, ya no porque sólo conlleva el enojo, vergüenza o sufrimiento, en él y sus padres, sino porque escuchar de otro modo es en sí misma la posibilidad de un juego: puede dar lugar a transformarse en otra cosa, como cuando nace el “dale que..”


 Laura Salinas

Psicoanalista – Miembro del Foro Analítico del Rio de la Plata y de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano. Coordinadora de la Red de Analistas del FARP

1 Klein, principios psicológicos del análisis infantil”, 1926. Amor, culpa y reparación.

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